La etiqueta de Wallapop | 2022

Descripción:

El “despiste” que se hizo viral.
Colarnos en la alfombra roja de Los 40 Music Awards y que la gente no sepa que lo que vamos a hacer es publicidad. Que primero parezca un despiste, pero que luego se sepa la verdad. La idea era sencilla: que una celebrity pose en la alfombra roja con la etiqueta colgando. Pero luego había que mantener esa sencillez a la hora de ejecutarla.
Lo primero, fue dar con la persona perfecta: la actriz Ana Fernández. Porque comparte los valores de Wallapop y porque, si vamos a dejarle colgando una etiqueta que te da cifras de toda la contaminación que le ahorras al planeta llevando un vestido que ya está hecho, tenemos que ser coherentes con quien lo lleva. Esa coherencia nos dio solidez. Fue lo que hizo que más tarde, cuando los haters saltaran, ella defendiera la idea con orgullo.
El “despiste” dio vueltas por todos lados hasta que Ana desveló la verdad en sus RRSS. No fue sin querer, fue queriendo lanzar un mensaje sobre sostenibilidad en un sitio en el que sostenibilidad y moda nunca van de la mano: la alfombra roja. Y lo más mágico fue que no solo se cerró el círculo de la economía circular, también el de la idea. Apareció la vendedora del vestido, diciendo orgullosa que ese vestido, antes era suyo, y lo había usado para su boda. Demostrando que la idea había trascendido hasta llegar a las personas, que es a donde siempre hay que llegar.

The “mistake” that went viral.
Sneaking onto the red carpet of The 40 Music Awards and people not knowing that we are going to advertise. At first it looks like a mistake, but then the truth comes out. The idea was simple: to have a celebrity pose on the red carpet with the label hanging out. But then we had to keep it simple when it came to executing it.
The first thing was to find the perfect person: the actress Ana Fernández. Because she shares the values of Wallapop and because, if we are going to leave a label hanging on her that gives you figures of all the pollution you save the planet from by wearing a dress that is already made, we have to be coherent with the person who wears it. That coherence gave us solidity. It’s what made her proudly defend the idea later, when the haters jumped on it.
The “mistake” was ubiquitous until Ana revealed the truth on her social media. It wasn’t unintentional, it was claiming a message about sustainability in a place where sustainability and fashion never go hand in hand: the red carpet. And the most magical thing was that not only the circle of the circular economy was closed, but also the circle of the idea. The seller of the dress appeared, proudly saying that the dress had been hers before, and that she had used it for her wedding. Demonstrating that the idea had transcended to reach people, which is where it is always necessary to reach.