Nunca pensé en abrir mi propia agencia.

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Nunca pensé en abrir mi propia agencia. Nunca entró en de mis planes, ambiciones o sueños. Admiraba a todos los que lo habían hecho, pero a mí ni me interesaba ni me sentía capaz de hacerlo. Pero hace un par de años, en el lobby de un hotel de Santa Mónica, todo cambió.

Carl Johnson, fundador de Anomaly, nos convocó allí para una reunión donde nos propuso abrir una nueva agencia. Beto (mi socio desde Brasil) y yo seríamos los socios fundadores junto con él. La compañía estaría dentro del grupo Anomaly-MDC y nosotros nos encargaríamos de pensar el nombre, posicionamiento, propósito y asegurar la excelencia del producto creativo. Carl crearía el modelo de negocio, nos traería a alguien de la red para ayudarnos con el new business y la parte de finanzas y recursos humanos se llevaría desde Anomaly. O sea, lo que Carl nos estaba proponiendo era abrir una agencia a medida para Beto y para mí. Nosotros sólo debíamos preocuparnos de hacer el mejor trabajo posible. Demasiado bueno para decir que no.

Tener una startup es como ir montado en una montaña rusa que sube y baja convirtiendo tu estómago en una batidora de emociones. Si te gusta llevar una vida tranquila y sin sobresaltos, no abras nunca una startup.

Tener una startup es empezar de cero. Según avanzas en esta profesión, tu perfil de LinkedIn se va llenando de títulos cada vez más largos y pomposos. Diriges equipos, departamentos, agencias, networks. Si te gusta ser el super director creativo worldwide del mundo mundial, no abras nunca una startup.

Tener una startup es como esos equilibristas que caminan por el alambre sin red de seguridad debajo. No tienes un equipo grande al que puedas recurrir en caso de emergencia porque tienes un mal día o el brief se te atragantó. Si tienes vértigo, no abras nunca una startup.

Tener una startup es arremangarse y remar. Es más pensar que dirigir. Escribir o bocetar que aprobar. Es más decir “sigamos dándole” o “ya lo hago yo” que “dale una vuelta” o “lo necesito para mañana”. Si te gusta que otros hagan las cosas por ti, no abras nunca una startup.

Tener una startup es descubrir cuáles son tus principios. Y como alguien dijo, “un principio es sólo un principio cuando te cuesta dinero.”. Aunque también los hay quienes piensan como Groucho Marx:“estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros.” Si tu concepto de principios es parecido al del gran Groucho, no abras nunca una startup.

Tener una startup es entrar en el mundo de los negocios. Nosotros tenemos la suerte de tener un grupo que nos apoya y hace el trabajo que ni sabemos ni nos gusta hacer. Si no tienes un socio que sepa de negocios, no abras nunca una startup.

Tener una startup es ser un poco masoca. Muchos de los motivos que echarían atrás y convencerían a cualquiera para no tenerla, a un emprendedor le ponen. Aunque sea un emprendedor accidental como yo.

Han pasado ya más de dos años desde que comenzó esta bonita, loca e inesperada aventura. Y aunque antes estaba seguro que nunca querría tener mi propia agencia, ahora creo firmemente que toda mi carrera ha sido un viaje donde todo lo que he aprendí y allá donde fui me estaba preparando para y llevando a mi destino: tener mi propia agencia.